martes, 24 de junio de 2008

Economía y ecología

Continuamente oímos hablar del mal que hace el hombre al entorno natural. A veces surgen autores que tratan el tema de una forma optimista, como lo hace Bjorn Lomborg en su libro "El ecologista escéptico".

Sin embargo los optimistas olvidan dos factores:

1) que el crecimiento de la población, se ha acelerado de tal manera en los últimos siglos que ha pasado de ser lineal a exponencial.

2) que la gente demanda, en todas partes, cada vez más bienes de consumo.

Como la población sigue creciendo, y como el número de objetos de consumo que tiende a desear cada persona es virtualmente infinito, no hace falta ser un genio para darse cuenta de que caminamos hacia la catástrofe.

Yo creo que hay dos posibilidades:

a) que acabemos comiéndonos a los humanos

b) un gobierno mundial que controle la natalidad y se encargue de que se produzcan las cosas verdaderamente necesarias, en vez de anegarnos en un mar de mierda (con perdón).

Mucha gente objetará que el gobierno mundial es algo utópico. Bien, puede ser. Pero alguien como Bertrand Russell (que no puede ser reputado de imbécil) proponía el gobierno mundial para salvarnos de la guerra nuclear. Hoy, con la crisis ecológica, un gobierno mundial sería aún más necesario.

Lo cierto es que gran parte de las cosas que se consumen son basura. Había una serie británica de los años 70, "Caída y auge de Reginald Perrin" en que un tío se hacía rico vendiendo basura.

Libros como la "Teoría de la clase ociosa" de Veblen o "La sociedad opulenta" de Galbraith sostienen que el capitalismo se dedica a producir un montón de bienes, muchos de los cuales son inútiles, pero sirven para demostrar el status superior de quien los consume.

Si no hay un goierno mundial, al menos debería haber un acuetdo mundial para controlar la natalidad y la producción

Hay quien cree que a mayor población, mayor número de productores,y por tanto mayor prosperidad.
Bien. Eso sería cierto si los recursos o materias primas fueran infinitos.

Lo curioso es que la mayoría de economistas razonan como si los recursos fueran inagotables.

Cuando alguien (como Galbraith) discrepa de la opinión general, lo tachan de hereje, y ni siquiera lo consideran economista.

La única forma de evitar el desastre es limitar la natalidad y mantener la producción en los límites de lo sostenible. Deforestar el Amazonia para producir libros tipo El código Da Vinci o discos como los de operación triunfo o Britney Spears es un comportamiento completamente estúpido. El consumo compulsivo nos incita a consumir más, aun si lo que consumimos es únicamente basura.