martes, 19 de junio de 2007

"Caos y orden" de Escohotado

Publico esta reseña de un libro ya viejo por dos motivos. El primero es que el libro me parece ejemplificador de cierta actitud de ignorancia y hostilidad hacia la ciencia. El segundo que hace tiempo publiqué una versión reducida de este artículo en una revista, versión de la que no me siento demasiado satisfecho. Con el fin de corregir aquella torpe "versión reducida", publico en mi blog una edición más amplia, en la que tengo el espacio suficiente para discutir con mayor amplitud el libro en sus virtudes y defectos.

1.

La teoría del caos podría definirse en pocas palabras diciendo que en algunos procesos existe una enorme sensibilidad a las condiciones iniciales.

En mi opinión se confunde a los lectores cuando se hace equivaler el caos a aleatoriedad o indeterminismo. Indeterminismo, propiamente dicho, se da en el mundo microscópico de la física cuántica. Pero no está nada claro que este indeterminismo a escala subatómica nos afecte a nosotros (del mismo modo que no afecta excesivamente a la trayectoria de la Tierra la masa de un piojo). Si no es de indeterminismo, ¿de qué se trata entonces? Yo lo llamaría intratabilidad. En teoría de la computación se dice que es intratable un problema tan complejo que el ordenador no tiene capacidad de procesarlo. Muchos problemas colapsarían hasta los más potentes ordenadores. Por ejemplo, un modelo del clima que partiera de la situación de todas y cada una de las moléculas de la atmósfera es un ejemplo de problema intratable.

Para hacer más tratables este tipo de problemas se hace uso de la estadística, con lo que se simplifica mucho, reduciendo el comportamiento independiente de miles de millones de moléculas a una serie de pautas a gran escala. Sin embargo, los modelos a gran escala no pueden captar los pequeños detalles. Y estos pequeños detalles (paradigmáticamente, la mariposa que mueve sus alas en Australia) hacen que, a largo plazo, el modelo predictivo falle. Ésta es la razón por la que los pronósticos meteorológicos para un futuro más allá de cinco días tienden a fallar.

Muchos libros se han escrito en los últimos años acerca del caos. Muchos de ellos son honestos, inteligentes, dan exposiciones sencillas y resultan útiles para entender qué demonios es esa cosa del “caos”.

Quien se acerque al libro de Escohotado con el objetivo de aprender un poco sobre qué es el caos, seguramente, saldrá decepcionado. En general este libro mezcla un montón de cosas que no tienen nada que ver, la teoría del caos y la física cuántica, la crisis de la mecánica newtoniana y la crisis de las sociedades autoritarias, etc.

De entre todas estas mezclas y confusiones, una que me parece fundamental es la confusión entre los aspectos socio-económicos de la ciencia y sus aspectos puramente teóricos.

Dicho con un ejemplo sencillo: un sistema totalitario que (como el imaginado por Orwell en 1984), dedicara una gran inversión a convencer a la gente de que “2 + 2 = 5” quizá podría convencer a alguien de que eso es una verdad científica. Pero, aun así, el que juntara dos manzanas con otras dos manzanas, seguiría teniendo cuatro manzanas.

Escohotado coge ideas de aquí y de allá, con frecuencia alude a observaciones de científicos y, tal vez, cree que con eso está asegurado el rigor.

Cuando dos científicos descalificaron su libro en dos reseñas hostiles, Escohotado se justificó alegando que todo lo que escribe está tomado de autoridades en la materia. Bien, puede ser, pero con un montón de fragmentos de autoridades científicas adecuadamente sacados de contexto y distribuidos en un collage habilidoso se puede construir una teoría irracional, del mismo modo que al alejarse de algunos cuadros de Dalí, la Madonna se transforma en una oreja, o Gala en Abraham Lincoln.

Pero además, parece como si Escohotado ignorara que la ciencia no se hace apelando a autoridades. El científico estudia los fundamentos de la ciencia en un manual y, luego, si se trata de un científico empírico, comprueba lo que ha estudiado mediante prácticas en un laboratorio. Si es un matemático, simplemente, aprende a argumentar de forma lógica a partir de premisas autoevidentes.

Pero Escohotado no hace nada de esto, sino que expone los manjares precocinados de diversos científicos, y los mezcla en un singular plato combinado de producción propia. Es como si cogiera algo de Arzak, otro poco de Berasategui, lo de más allá de Arguiñano, todo mezclado, metido en el microondas y añadiéndole una salsa propia, made in Escohotado.

Por otro lado, las ideas que un científico expone en un libro divulgativo (a diferencia de las que expone en revistas especializadas, dirigidas exclusivamente a sus colegas) son debidamente simplificadas y, con frecuencia, reducidas a un slogan[1].

Escohotado mezcla un montón de cosas, utilizando el caos más como un slogan que como un concepto bien definido. El libro de Escohotado, no sé si define bien el caos, pero, acaso, lo ejemplifica.

2.

Uno de las ideas fundamentales de Escohotado es el paralelismo entre la ciencia y la sociedad. A la física newtoniana corresponde el orden teocrático. A la teoría del caos, el orden democrático.

Esto esconde una falacia. A diferencia de la física cuántica, la teoría del caos no se opone al determinismo de la física newtoniana. El comportamiento del clima o de un fluido son fenómenos explicables en términos de física newtoniana, por más que sean caóticos. Como dice Ian Stewart “el caos es fundamentalmente un concepto de mecánica clásica”.

El caos no es un paradigma alternativo a la mecánica de Newton, sino una extensión de la mecánica newtoniana a fenómenos complejos.

Sin embargo, lo fundamental para Escohotado no es la argumentación científica, sino el aspecto político. Como hemos dicho, Escohotado ve una correlación entre el triunfo la teoría del caos y el auge de los regímenes democráticos.

Escohotado parte de una idea, en algunos aspectos, muy sugestiva: la de que, en ocasiones, a partir de un estado desordenado puede surgir orden.

Esta idea me parece interesante, y en otros lugares la he defendido con el ejemplo de Thomas Huxley, según el cual un mono escribiendo a máquina durante suficiente tiempo acabaría (por puro azar) por escribir el Salmo 24.

Considero necesario insistir en que, por muy raras que sean estas ocasiones, existen momentos en que una estructura compleja surge del puro azar. Sin ir más lejos, la vida.

Sin embargo, Escohotado no utiliza la idea de que en ocasiones surge orden a partir del azar como argumento en una polémica con los creacionistas, sino que lo utiliza para defender una especie de anarcocapitalismo.

El argumento de Escohotado viene a ser el siguiente: el azar siempre crea orden, por tanto, el mercado es siempre superior al control estatal.

Esto es objetable. Por un lado, el azar no siempre crea orden. La mayoría de lo que escribe un mono son series de letras sin ningún sentido.

Por otro lado, el mercado sin una organización estatal, nos llevaría a una lucha de organizaciones mafiosas. Es lo mismo que propugna la trilogía de El padrino de Coppola. Como el estado es corrupto por naturaleza debe dejarse a los mafiosos que arreglen sus asuntos entre ellos.

Por otro lado, sin leyes que la regulen, la competencia por los recursos naturales sería terrible, y acabarían por expoliarse todas las fuentes de riqueza natural.

3.

Lo más interesante del libro de Escohotado son los capítulos dedicados a la economía. Creo que si el libro se hubiera centrado exclusivamente en esto hubiera sido un buen libro.

Adorno decía de Spengler que parecía ansioso por liquidar su capital de conocimientos humanísticos con el objeto de invertir en la industria pesada. Algo parecido podría decirse de Escohotado, salvo que éste donde invertiría sería en las nuevas tecnologías.

Desde la creación de la Sociedad Anónima como empresa capaz de beneficios infinitos y de pérdidas limitadas, hasta las empresas compradas de forma que el pago de la compra se efectúa hipotecando la propia empresa, el libro de Escohotado llama la atención sobre una serie de puntos escasamente conocidos del mundo económico, que resulta muy interesante tener en cuenta.

En contraste con las austeras categorías de los científicos y los políticos (que sufren constantes y demoledoras críticas por parte de Escohotado), la fauna de los tiburones de la bolsa y los especuladores financieros tiene toda su simpatía. Esta postura lo emparenta, una vez más, con los anarcocapitalistas, que buscan la desaparición total del estado, con el objeto de que las empresas hagan sus negocios sin ningún problema.

Evidentemente, Escohotado es un anarquista. Pero los viejos anarquistas (véase el ejemplo de la Escuela Moderna de Ferrer y Guardia) querían sustituir la oscuridad de la superstición por las luces de la ciencia y el progreso.

En cambio, Escohotado ataca a la ciencia como si ésta fuera autoritaria, y no precisamente la que nos iba a liberar del oscurantismo (como creyeron los ilustrados). No se trata de que Escohotado tenga miedo a que los avances de la biogenética produzcan razas inferiores o superiores (lo que, al fin y al cabo, sería razonable). Se trata de otra cosa.

Escohotado protesta contra un supuesto "autoritarismo" de la ciencia newtoniana. y cree encontrar en la teoría del caos, una salida democrática y libertaria (naturalmente, juzgar de esta manera la ciencia en términos políticos es una soberana estupidez).

Escohotado se centra en los aspectos más problemáticos de la ciencia. Por ejemplo, habla de una supuesta crisis de los fundamentos de las matemáticas, cuyo mayor ejemplo es, al parecer, la existencia de funciones continuas no diferenciables. Sin embargo, un historiador de la matemática como Carl Boyer no considera que la aparición de las funciones continuas no diferenciables supusiera una crisis del análisis matemático. Todo el periodo de Cauchy (que para Escohotado es de crisis total), para Boyer es de avance fructífero.

Con respecto al teorema de Gödel (que para Escohotado es la otra gran crisis de la matemática), Boyer encuentra que, pese a su importancia teórica, apenas ha tenido repercusiones en la matemática práctica de cada día.

En realidad, Escohotado ni siquiera se detiene demasiado en estas cosas. Despacha en dos líneas un tema como el teorema de Gödel, al que Douglas Hofstadter dedica casi 1.000 páginas. No importa: el lector queda asombrado de que el autor sepa tanto de tantas cosas diferentes. Mientras el lector sigue mudo de asombro, Escohotado ya ha pasado a la crítica de los juicios sintéticos a priori de Kant o al comportamiento de las partículas suspendidas en un fluido.

En resumen, me parece que el libro de Escohotado es (como ya han señalado otros de sus reseñadores) un ejemplo de impostura intelectual, que utiliza conceptos científicos, sin saber cómo ni para qué. Aunque el estilo es desenvuelto, la actitud de Escohotado le lleva a unos párrafos de absurda grandilocuencia, como cuando habla de “La sacrosanta casa del infalible profeta numérico”, para referirse a la ciencia.

Por otro lado, la insistencia en considerar que las leyes de la ciencia son tan arbitrarias como las leyes de, por ejemplo, una constitución, le lleva a un extremo relativismo que resulta indefendible.

[1] Puestos a hacer sociología de la ciencia (que tanto le gusta a Escohotado), yo diría que en algunos libros sobre el caos se trata de presentar esta teoría (de por sí importante) como más revolucionaria de lo que ya es.

El motivo es obvio: en la medida en que a un científico se le considere revolucionario y creador de un nuevo paradigma, mayor será su prestigio, y mayor será la dotación de sus proyectos de investigación.

De ahí la avalancha de propaganda sobre el caos, que da la impresión de que la ciencia está en el límite de la catástrofe, casi al borde de lo irracional.

Sin embargo, no creo que la teoría del caos sea tan innovadora, ya que ni siquiera es tan radical como la física cuántica (cuyo indeterminismo ha llevado a más de uno por caminos peligrosos).